El tiempo deja huella en todos, también en las viviendas, a la que los años y las sucesivas reformas van llenando de capas y de historia que desdibujan el proyecto original. Modernizar una vivienda quiere decir, en muchos casos, mirar hacia el pasado y buscar el equilibrio perfecto entre lo que puede recuperarse y lo que debe introducirse desde cero. Un gran ejemplo de ello es este proyecto que nos trae el estudio de arquitectura Vora, formado por Pere Buil y Toni Riba. Se trata de un proyecto con nombre propio: el apartamento de Juan. Aquí la búsqueda del origen sacó a relucir ladrillos vistos, cubiertas abovedadas y vigas de madera que, lejos de quedar en el olvido, se convirtieron en las protagonistas de la nueva casa. ¡Vamos a verlo!
Antes de ver el resultado de la reforma, echamos la vista atrás para hacernos una idea de como era el piso al que se enfrentaban los profesionales de Vora. Se trataba de un espacio muy compartimentado, donde diferentes revestimientos habían acabado por cubrir a lo largo de los años las estructuras originales.
El piso no destacaba por tener un valor patrimonial ni histórico especial, pero aún así tenía un potencial que lo hacía atractivo y algunos rasgos, como esta terraza y los grandes ventanales con arco, que no eran para nada desdeñables. Esa es precisamente la labor de todo arquitecto de interiores: saber descubrir los diamantes en bruto que se esconden bajo la superficie y una vez identificados, pulirlos y darles brillo.
Y el diamante que andábamos buscando acabó por salir a la superficie. El trabajo de reforma tuvo claro que para sumar había primero que restar: restar capas, restar pavimentos, restar cubiertas… Se limpió lo anterior para sacar el ladrillo visto de las paredes, que, al igual que las vigas de madera, se pintó de blanco para dar una continuidad cromática a la vivienda y aumentar la luminosidad de la misma. Se recuperó el pavimento hidráulico y se reutilizó para dar a cada espacio su propia personalidad.
Quizá uno de los elementos más llamativos de esta vivienda es el uso constante de puertas correderas que abren y cierran los espacios, dándoles la privacidad e intimidad que requieren en cada momento. Así, la cocina se adapta a un pequeño rincón en el que fluye pegada a la pared y separada de un salón por una serie de puertas que componen un juego visual muy interesante.
En el salón destacamos la bóveda de revoltones, pintada de nuevo de blanco, que ha sido recuperada y puesta al servicio de un espacio en el que uno de los diseños del pavimento compone una colorida alfombra que delimita a la perfección el espacio.
Ya lo decíamos antes: el blanco se convierte en esta vivienda en un elemento unificador. Todo lo contrario ocurre con el pavimento hidráulico, una de las maravillas de esta vivienda. Sus colores y diseño van cambiando a medida que nos adentramos en cada habitación, convirtiéndose en el elemento diferenciador de cada uso.
En la búsqueda de unificar espacios, las puertas se convierten en elementos de quita y pon que no se abren y se cierran, sino que aparecen y desaparecen en la pared, tal y como observamos al asomarnos a uno de los dormitorios de la vivienda.
Es difícil contestar a esta pregunta con una sola respuesta, pero esta imagen vale más que mil palabras. En una vivienda donde el suelo resulta tan llamativo y el resto de revestimientos tan luminoso y equilibrado, la decoración tiene que respetar esta convivencia entre ambos elementos, ser discreta y funcional aunque sin olvidarse de la belleza.
Si, como nosotros, tú también te has enamorado de la baldosa hidráulica de esta vivienda, te recomendamos que leas más sobre ella en el artículo Baldosas hidráulicas: artesanía en el siglo XXI.